Veronika Markélova

Mi padre era dueño mayoritario de una de las petroleras más grandes de Asia Kélova Oils. Tenia yacimientos en las islas Kuriles en Rusia y en otras partes del polo norte. Por ello, mi hermana y yo no teníamos la minina preocupación del futuro. La gente dice que somos los Zares modernos de la madre Rusia. Ni siquiera sé que son Zares; ese día falte a clases.

KÉLOVA OILS

Manuel Velasco

11/28/20254 min read

woman in black jacket standing near orange and white bus during daytime
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No sé si esta sea la mejor playa de la isla, pero ciertamente es un paraíso. Hace mucho sol, tal vez lo mejor sea aplicarme un poco de bloqueador y colocarme los lentes de sol. No los encuentro, ¡vaya! Otra vez los perdí… Con este, ya sería mi tercer par de lentes Gucci que pierdo en un mes. No importa, ¿Qué son $900 en unos lentes? No mucho, al parecer.

En ese momento, uno de los ayudantes del hotel, se acercó y frente a mi preocupación, ofreció ayudarme.

— ¿Está todo bien? ¿Hay algo que podamos hacer por usted? Recuerde que el equipo de Royal Island está dispuesto en lo que necesite. Dentro y fuera del hotel—.

—No encuentro mis lentes de sol. Son nuevos—.

—Tranquila. Enseguida le traigo unos de cortesía de la casa. Recuerde que el equipo de Royal Island está dispuesto en lo que necesite. Dentro y fuera del Hotel—.

—Lo sé. Muchas gracias—.

El joven, de tal vez 19 años, camino hacia la recepción a por mis lentes. Me quedé pensando ¿Vivirá cerca de aquí? ¿Le pagarán bien? Seguro si… A los minutos llegó con una caja y me dio a escoger entre varias opciones.

-Estás, muchas gracias. Me salvaste la viva—.

-Estamos para servirle. Recuerde que el equipo de Royal Island está dispuesto en lo que necesite. Dentro y fuera del Hotel-.

Se marchó con una sonrisa. No había mucha gente en el hotel, nada fuera de lo común. Este era uno de los hoteles más exclusivos del archipiélago malayo. Además, era un miércoles y eran las 10:30 am. Por lo general, los demás visitantes estaban en salas de juntas y cerrando negocios en el bar. Yo era la única chica en la playa del hotel.

Mi padre era dueño mayoritario de una de las petroleras más grandes de Asia, Kélova Oils. Tenía yacimientos en las islas Kuriles, en Rusia y en otras partes del polo norte. Por ello, mi hermana y yo no teníamos la minina preocupación del futuro. La gente dice que somos los Zares modernos de la madre Rusia. Ni siquiera sé que son Zares; ese día falte a clases.

Brrrr. Brrr. Brrr… Mi teléfono estaba vibrando, pero no lo encontraba. Voltee el bolso y entre todas las cosas, allí estaba mi teléfono.

— ¿Diga? ¿Quién es? —.

— ¿Cómo que quién es? ¿Qué no me tienes agregada? —.

—Es que no puedo ver por el… Olvídalo ¿Qué quieres Irina? —.

—Necesito que vengas a la sala de juntas. Papá quiere presentarnos a un socio chino—.

¿Es necesario? —.

— ¡Siii! ¡Apúrate! —.

Colgué. Mi hermana y su estúpida manía de quererse hacer la “responsable” ¡Ay, sí! ¡Voy a liderar el negocio de papá! ¡Qué tontería! ¿Para qué trabajar?

Tome las cosas de la silla, las metí a mi bolso y pasé por el baño antes de ir hacia la famosa sala con el asiático “importante”.

— ¡Ohhh! ¡Mi hermosa hija Veronika! ¿Si te están atendiendo bien? —.

—Buenos días a todos, si padre. Este lugar es muy bonito—. Respondí un poco nerviosa. No era fan de asistir junto a tantos señores de 60 años…

—Viktor Markélov, es un gusto conocer a sus dos hijas—. Dijo un señor de aproximadamente 75 años.

—¡Ella es Veronika y ella es Irina!—.

—Todo un gusto—. Saludó el señor.

—El gusto es mío—. Respondimos mi hermana y yo, al tiempo. Se sintió un coro sincronizado. Ni planeado hubiera salido así.

—Veronika, ¿puedes acompañarnos en el brindis? -.

—Claro padre—. Contesté mientras Irina movía la silla para mí, como señal de incorporación a la mesa.

Una de las reglas no escritas que teníamos en la familia, era no preguntar el porqué del evento ni el motivo de la celebración. Mi padre hacía política por toda Asia. Así que no valía la pena explicar el motivo de cada viaje, cada evento, cada persona nueva.

—Veronika. En la noche saldremos con unas amigas, ¿quieres ir? —. Me preguntó Irina en voz baja, mientras una persona hablaba, dirigiendo la sesión.

— ¿A dónde? —.

—No preguntes, ¿quieres ir? —.

—Va, va… Cuenta conmigo—.

Mi hermana Irina y yo, nos la llevábamos muy bien. Ella quería seguir en el negocio del petróleo, y a mí ciertamente no me importaba. Así que no teníamos problema con eso. Además, Irina acaba de terminar una relación de dos años con su novio y estaba muy triste. Por ello, padre nos trajo a este viaje. No quería hacerla sentir mal, pero sus “aventuras” no eran más que ir a un bar “popular” tomar hasta olvidarse del ex, y bailar como loquita, seguro sobre una mesa de mala muerte.

—Ha sido un placer que nos acompañaran en este hermoso almuerzo—. Dijo nuestro padre, como señal de liberación. Ya podíamos retirarnos y hacer lo que quisiéramos.

— ¡Adiós! —. Me despedí de cada uno de quienes nos acompañaron en la mesa y fui en dirección a la piscina. No quería perderme el sol.

Pedí algo de tomar y me dispuse a tomar el sol. No sin antes aplicarme suficiente bloqueador. Me quedé dormida.